Cuando hacemos referencia a que el deporte debe ser político, no estamos planteando la obligatoriedad de que los deportistas enarbolen ideas políticas o que las instituciones tengan una ideología particular. Si bien existen ejemplos así, siendo el precedente más importante la “Democracia Corinthiana” en el Brasil de la década de 1980, con un fuerte compromiso político en contra de la dictadura militar, es un caso que se presenta en ocasiones particulares y muestra un camino de politización de los espacios deportivos vinculados a la organización social. Estos procesos no surgen en forma espontánea, necesitan de ciertos elementos que permitan su expresión y esa es la primera revisión que debemos hacer en torno a una visión política del deporte.
Queda la sensación de que el deporte es un espacio cada vez más despolitizado, como un simple ítem dentro de lo que el mercado ofrece y el negocio configura. Atención en esto: la visión del deporte como un producto es una visión política. La despolitización de los espacios deportivos fue y sigue siendo una decisión política. La configuración del deporte en el Chile actual responde a una lógica mercantil, de consumo, donde generalmente los deportistas pasan a ser productos y las ramas a las cuales se dedican, el espacio de consumo necesario para la existencia de estos productos. En 1975, bajo la dictadura cívico-militar chilena, se promulgó el Decreto Ley 1298, el cual propició el ideario del fútbol empresa. ¿Qué implicaba esto? Un excesivo financiamiento de los clubes, y el fútbol en general, desde el Estado. Esto impone la lógica empresarial en la orgánica de los clubes, marcando diferencias en los lineamientos de un proyecto deportivo, quebrantando identidades e inmiscuyendo una visión política, económica y cultural por la fuerza de la adecuación a un nuevo contexto. Si quedan dudas aún de que esto se vincula a una decisión política, podemos profundizar en el hecho de que “el fútbol empresa es la aplicación de las nuevas teorías económicas neoliberales de los ‘Chicago Boys’ al ámbito del fútbol. Éstos debían suponer la organización de los clubes de fútbol como empresas, con una estructura dirigencial formada por profesionales competentes en todas las áreas” (Matamala, 2001). Desde aquí, la historia del deporte en Chile quedará marcada por la lógica mercantil, la que llega a su punto culmine con la promulgación de la Ley 20.019, la que entró en vigencia a finales del año 2006, ya bien avanzada la “transición democrática” en el país, creando las Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales (S.A.D.P.), definiéndolas en su primer artículo de la siguiente manera:
“Son organizaciones deportivas profesionales aquellas constituidas en conformidad a esta ley, que tengan por objeto organizar, producir, comercializar y participar en espectáculos deportivos y que se encuentren incorporadas en el registro a que se refiere el artículo 2º de esta ley”.
El segundo artículo al que se hace mención, profundiza en la existencia de un registro, administrado por el Instituto Nacional del Deporte (IND), que establece un reglamento con exigencias que deberán cumplir las organizaciones que quieran formar parte de éste y, por ende, ser consideradas S.A.D.P. ¿De proyectos y desarrollo deportivo? Nada. En este contexto, por tanto, es altamente beneficioso que existan deportistas militantes e instituciones que profesen una ideología particular, aún a pesar de los procesos invisibilizadores a los cuales sin duda se enfrentarán. En el mismo sentido, en la historia reciente existen casos alentadores, como lo realizado por Didier Drogba en Costa de Marfil, asumiendo su rol de figura pública e ídolo deportivo para ser un puente en la resolución de conflictos sociales que tenían a su país en una cruenta guerra civil. O si se busca un ejemplo aún más contemporáneo, el movimiento “Black Lives Matter”, con gran protagonismo en la NBA y un discurso activo en torno a la violencia racial que se vive en Estados Unidos, invitando a la participación en las próximas elecciones presidenciales e incluso intencionando de forma no tan explícita una postura en contra de Donald Trump.
La relación de Chile con un deporte político
Tras el necesario contexto, nos preguntamos si existen antecedentes de situaciones similares en Chile o si de alguna forma han existido visiones de un desarrollo político en torno al deporte. Para realizar este análisis, me centraré en el desarrollo del fútbol bajo estos parámetros, pues al ser el deporte dominante por excelencia en Chile, es el que más elementos entrega para poder extrapolar análisis y conclusiones hacia otros espacios.
Respecto del fútbol, en sus inicios es posible establecer que “desarrollaron fuertes relaciones con las instituciones políticas. Los miembros se autodefinían como sujetos políticos aun cuando formalmente estaban excluidos de la participación electoral”. (Elsey, 2011). Este antecedente es relevante, pues da a entender que dentro de los clubes existía una visión orgánica de su rol dentro de la sociedad, vale decir, se asumían como espacios de organización social y política. En la misma línea, esto a su vez se dota de pensamientos autónomos, tanto en las visiones que se debían asumir en las primeras discusiones de profesionalización, como también en los lineamientos políticos que podían configurar -o no- estos espacios. Complementando lo expresado, se profundiza en que “los clubes de fútbol, sin embargo, no adoptaron una ideología política unificada. Después de la aparición del profesionalismo en la década de 1930, las divisiones sobre enfoques políticos se presentaron entre los profesionales y clubes de aficionados” (Elsey, 2011).
Otro elemento que aporta a la causa a analizar, se vincula con la apropiación que las clases proletarias hacen de los espacios vinculados al deporte, particularmente el fútbol, siendo “Sudamérica donde alcanzó una dimensión extraordinaria con Argentina a la cabeza, pero seguida muy de cerca por Brasil, Uruguay y Chile” (Fernández Ubiría, 2020). Cabe destacar que muchos de estos espacios proletarios se delinearon desde una perspectiva libertaria o anarquista. En Chile, ejemplos de esta proliferación son clubes como CD Arturo Fernández Vial, Francisco Ferrer FC, CD Boríes, Primero de Mayo FC, Marinetti FC, Deportivo Kegan y CD Esmeralda. La existencia de estos espacios en muchos casos no proliferó con fuerza debido a las discusiones alrededor de la profesionalización y sus implicancias, versus mantener un carácter amateur que permitiera mantener proyectos sociodeportivos. La profesionalización que se masificó en Chile, delineó una forma de desarrollar el deporte que, instrumentalizada y masificada durante la dictadura cívico–militar (1973 – 1990), marcó un quiebre definitivo en el entendimiento de estas actividades como espacios políticos y sociales. Al existir un quiebre institucional donde se violenta el Estado de Derecho, es natural que exista un quebrantamiento dentro de todos los espacios de vinculación social, dentro de los cuales, por supuesto, se encuentra el deporte. La intervención de las instituciones también marca una forma de llevar a cabo estos quiebres y, por tanto, el posicionamiento del contralmirante de la marina Carlos Chubretovic en la cabeza de la Asociación Central de Fútbol (ACF), marcó un cambio organizativo que se fundó en “darle al fútbol una organización racional, expedita y lógica; es ayudar al desarrollo social del país; es impedir información que escape al ámbito exclusivamente deportivo; es llevar al fútbol a todos los rincones de nuestra geografía; es conseguir una multitud futbolizada a lo largo y ancho del país” (Matamala, 2001). Este punto, más que significar una simple declaración de intenciones, marca el principio interventor, cuestionando los espacios deportivos como aglutinadores de discusiones políticas, organización y desarrollo, para ser meros reproductores de competencias deportivas y que su participación a nivel ciudadano sea sólo desde esa lógica. Es una declaración abierta de instrumentalización y despolitización deportiva.
Esta relación instrumental con el deporte y el fútbol en particular sería bastante difusa a lo largo de la dictadura cívico–militar, pudiéndose afirmar que está “llena de contradicciones. Durante sus 17 años, hubo períodos de colaboración, indiferencia y otros donde, derechamente, existió intervención” (González & Quezada, 2010). Lo cierto es que la visión del deporte desde una lógica empresarial terminó por enraizarse y ser el camino a desarrollar en la década de 1990, en forma intencionada o no, y parece responderse desde el hecho de que en “el proceso de individuación que se vino generando en Latinoamérica no hubo mayor resistencia, pues las políticas neoliberales (con una eficiencia sorprendente en el caso chileno), generaron, cada vez más, que el individuo quedara en medio de un estadio de fuerte incertidumbre mayor, aspecto –este último- con el que se ven obligados a lidiar, pues ya no hallan la protección que con anterioridad se desprendía desde el Estado y de solidaridades estamentales” (Lechner, 1992).Justamente, perpetuar esta visión generó un cambio orgánico en la forma de asumir el deporte, particularmente en el fútbol, bloqueando el desarrollo de roles sociales que aglutinen y trabajen en forma comunitaria en base a ideas políticas, llevando a cabo proyectos que permitan el desarrollo específico de un área. La instauración del fútbol empresa configuró una nueva realidad que borró sus bases iniciales, esas que permitían afirmar que “desde su origen en 1933 y durante varias décadas, el fútbol profesional chileno mantuvo ciertas características básicas en el ámbito de su estructura orgánica y, coherente con ello, en el plano de su financiamiento, en tanto espectáculo. Los clubes de fútbol, aun participando en una actividad rentada, mantuvieron su carácter de organismos sociales, es decir, regidos por las mismas normas jurídicas de cualquier otra organización social análoga, integrados por socios que aportaban una cuota mensual voluntaria y gozando de una Personalidad Jurídica, expresada a través de unos estatutos de constitución y funcionamiento” (Santa-Cruz, 2014).
Avanzar hacia proyectos deportivos por sobre productos
El planteamiento para avanzar en un desarrollo político del deporte implica poder dialogar con los espacios sociales que nos configuran en conjunto, entendiendo que debemos proponer el reconocimiento del deporte como un derecho fundamental por medio de la Constitución. Esto nos abre mayores puertas para plantear una visión de desarrollo inclusiva, con perspectiva de género, con didáctica de la enseñanza y propuestas que integren elementos sociales y culturales.
Actualmente, nos enfrentamos a una despolitización continua del deporte, con una visión mercantil muy marcada y basada en la competencia económica por sobre la competencia deportiva, truncando en muchos casos las proyecciones deportivas planteadas, lo cual, aunque a muchos no les parezca, es una decisión política indirecta. Por tanto, la propuesta invita a generar espacios deportivos que se configuren en base a tres ámbitos de desarrollo primordiales:
- Valores individuales: vinculados a la psicología del deportista, enfocando la mirada en sus capacidades individuales potenciando las cualidades positivas y desarrollando los aspectos débiles en su comportamiento, entendiendo que gran parte de su valor está en la dedicación que como individuo entregue a sus procesos formativos.
- Desarrollo deportivo: se condice con lo fisiológico. Desarrollo del individuo en un espacio deportivo, centrando la atención del aprendizaje en su disciplina deportiva. El aprendizaje deportivo es un estímulo para avanzar en aspectos que conformen su identidad.
- Proyecciones sociodeportivas: más que analizar aspectos sociales que conforman al individuo, centrar la mirada en cómo puede responder frente a los aspectos sociales que le configuran. Consideramos entonces familia, colegio, comunidad, redes y la forma en la cual se desenvuelve. ¿Cómo afectan estos factores en su desarrollo?, ¿potencian o complejizan el desenvolvimiento de sus capacidades?, ¿de qué forma podemos acompañar su desarrollo?
En resumen, la propuesta en torno a un deporte político se vincula a la generación de una visión de desarrollo que incorpore elementos que resalten la organización social como un espacio vinculante de proyección deportiva, social y cultural. ¿Se compra esto en el mercado? No. Simplemente se construye.
Francisco Herrera
Sociólogo y entrenador de fútbol
Revista Obdulio
Deporte En Rebeldía